Por más que buscó en la aldea en la que se encontraba, no encontró ninguna calle con tal nombre.
Cansada de tanto caminar por los alrededores, decidió descansar en una posada, allí, por coincidencia oyó a tres mercaderes mencionar ese nombre, por lo que dudó en interrumpir su charla preguntando dónde estaba el sitio del que estaban hablando.
- Es una casa muy famosa, está en la aldea de al lado - le informó uno de los hombres.
- ¿Y cómo llego allí? - preguntó Mei Lan.
Se notaba que la muchacha no había salido nunca del orfanato, y mucho menos a otra aldea. Por eso un mercader le propuso ser su guía.
- Si quieres, yo puedo llevarte, per...- dijo sin poder acabar su frase.
- Sí por favor, sería de gran ayuda - interrumpió como de costumbre la chica.
- Pero me tienes que pagar - completó.
- ¡No tengo! - exclamó desilusionada.
- Sin dinero no puedo ayudarte - respondió el mercader con astucia.
Fue entonces que Mei Lan entendió que nada en este mundo es gratis y que las personas siempre esperan obtener beneficios incluso por prestar ayuda al vecino.
Esto fue lo primero que aprendió la muchacha al salir al exterior.
- Me las apañaré para llegar, cueste lo que cueste - se animó así misma.
La chica salió fuera de la aldea y se dirigió a su destino caminando a pesar de ser un camino muy largo y le tomaría por lo menos 2 días llegar.
Caminó y caminó hasta no poder más, había estado andando por 4 horas seguidas.
Gracias a Dios todavía hay buenas personas que te brindan ayuda sin pensamientos ocultos.
Una mujer que se había quedado viuda y tenía que trabajar para alimentar a sus cinco hijos regresaba a su casa en un carro empujado por un burro. Al ver a la muchacha sudando se detuvo.
- ¿Estás bien hija? - preguntó preocupada por la chica.
- Sí, solo estoy un poco cansada - respondió a la muchacha.
- ¿A dónde se dirige una chica de su edad sola? - volvió a preguntar.
- Me dirijo a la siguiente aldea, pero está muy lejos. - dijo intentando respirar.
- Qué coincidencia, yo vivo allí, si quieres puedes venir conmigo - le propuso extraña.
- Pero no tengo dinero para pagarle - dijo Mei Lan tras su última experiencia.
Al oir esto la mujer se asombró y sintió un poco de pena hacia la niña.
- No te preocupes, no quiero que me pagues - dijo con una sonrisa amable - Además, así no estoy sola.
Tras decir esto, se encaminaron juntas hacia su destino Shin Home, en su trayecto cada una contó su historia.
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